lunes, 26 de marzo de 2012

SAMAR, SIMBOLO DE LAS MUJERES DE CORAJE EN ARABIA SAUDÍ


Por: JINETH BEDOYA LIMA


 | 10:08 p.m. | 24 de Marzo del 2012


 Samar Badawi recibió el premio Mujer de Coraje, del Departamento de Estado de EE. UU


Samar, la mujer que desafió a todo un reino


Ha emprendido iniciativas para que las mujeres de su país voten, conduzcan y amen libremente. Son casi las 5:00 de la tarde y el único bocado que Samar ha probado es un trago de té. "No me gusta la comida americana", dice mientras se acomoda la pañoleta que cubre su cabeza. Vamos rumbo a la Universidad de Utah, en Salt Lake City (Estados Unidos), luego de una extenuante jornada como voluntarias en un centro de ayuda a refugiados. Ya conozco su historia perfectamente, pero quiero oficializar una entrevista, y este será nuestro único espacio: las dos llegamos a Estados Unidos, junto a otras ocho mujeres, para recibir el Premio Internacional a las Mujeres de Coraje. 


Y la primera impresión que deja esta mujer de 31 años es de libertad total. El 3 de marzo, cuando nos conocimos, dejó su larga cabellera al descubierto, sin la shayla (pañoleta larga rectangular con la que cubre su cabeza), mientras sosteníamos una reunión privada. Cuando llegó su momento de presentarse, causó impresión: "Soy de Arabia Saudita y fui a la cárcel por reclamar mi derecho a estar con el hombre que amo".


De ahí en adelante, fui descubriendo cada día algo más arrollador de la personalidad de Samar. A los 18 años, se casó con la persona que su padre le impuso, tuvo un hijo; años más tarde, se divorció, y por eso tuvo que volver a la custodia paterna. Las humillaciones la llevaron a revelarse contra él y la respuesta fue un encarcelamiento de siete meses por desobediencia.


 "Pero nada viene solo", dice Samar. Quien fue su abogado, Walied Abou Khair, se convirtió en el hombre que le devolvió la fe y el amor. Y ante la negativa de su padre de dejarla casar con él, aún en prisión, decidió demandarlo ante el rey para que le quitaran la tutoría. Lo logró.


"Sabía que tenía que denunciar a mi padre y gané el caso, y después de que me casé me di cuenta de que yo tenía la razón frente a muchas cosas. Yo creía en mí y sabía que el hombre del que estaba enamorada, ahora mi esposo, creía en mí, y él me amó en los momentos más difíciles y peleó para estar conmigo, y yo peleé para estar con él. Es el caso más importante que he ganado en mi vida", me dice mientras se toma el estómago. Su salud no ha estado muy bien durante el viaje.


Samar fue la primera mujer en pedir casarse con el hombre que ella escogió y les abrió la puerta a seis mujeres más para que siguieran sus pasos. Ya casada y con un hogar para su hijo, emprendió la tercera batalla de su vida: demandó nuevamente ante el reino los derechos de las mujeres para que tuvieran acceso al voto.


 El rey la volvió a escuchar y en abril del 2011 fue impulsado el decreto real para que en las elecciones municipales del Consejo Consultativo pudieran estar las mujeres. "Al rey no le agrada mucho lo que estoy haciendo, a veces se quedan callados en el reino y a veces me amenazan con detenerme nuevamente. Sin embargo, nuestra lucha y lo que hemos logrado demuestran que nosotras sí vamos en el camino correcto y ellos, en el camino equivocado", señala Samar.


Pero su lucha no ha llegado hasta ahí. Sin bastarle lo de su tutor ni el reclamo por el derecho al voto, hace un par de meses presentó una querella en Jeddah, su ciudad, cuando le negaron la licencia de conducir. "Soy madre, trabajo y no hay quién maneje mi carro porque no tengo cómo pagarlo; entonces, la pregunta que le hago al rey es: ¿qué es más inmoral y más riesgoso, que vaya sola en mi carro con un hombre desconocido, o que yo misma pueda conducir y evitar señalamientos?".


 Durante cuatro semanas, antes de su viaje a Estados Unidos, llamó todos los días a preguntar si su licencia de conducir ya había sido aprobada, pero solo recibió insultos. Aún no tiene el permiso, y es la batalla que sigue en su lista.


 "Las mujeres en mi país me apoyan, creen en mí y desearían estar haciendo lo mismo que yo: dar ciertos pasos para ayudar a las demás en Arabia Saudita. Pero hay otro grupo muy fuerte y numeroso que me acusa de intentar imponerles ideas occidentales a las mujeres de mi país", agrega en tono firme.


Un día normal Y entre los ires y venires de su trabajo como activista y defensora de los derechos de las mujeres, Samar tiene un día sagrado para ella y su familia. "Es el viernes. Un viernes en el que solo soy yo con mi hijo y mi esposo. No hay teléfonos, no hay noticias, nada. Esos son los días que siento que soy un ser humano común y corriente, no me preocupa nada y solo somos los tres. Recargamos las pilas para luchar por los derechos humanos la semana que sigue".


 Por eso, los días han sido largos para ella lejos de su familia, aunque el regreso no será tan fácil. El Consejo del reino solicitó que se contemplara la posibilidad de encarcelarla por "haber hablado tantas cosas en Estados Unidos".


 Esa es mi última pregunta antes de fundirnos en el abrazo de despedida: Creo que quien diga que no tiene miedo miente, pero ¿usted no tiene miedo? "Las relaciones entre Estados Unidos y Arabia Saudita son bastante fuertes y no creo que vayan a reaccionar en mi contra en este momento. Pero sí tengo miedo. La diferencia es que estoy preparada para lo que venga, y si me encarcelan hay muchas mujeres que he apoyado, y ellas ahora me apoyarían a mí. Además, sé que mi esposo jamás me dejaría, y sería mi voz por fuera. Él me defendería hasta la muerte".


Hace ocho días, nos despedimos con la incertidumbre de qué pasará de aquí en adelante. Las palabras valientes de Samar y las de las otras ocho mujeres fueron una descarga de fortaleza.




Historias Mujeres que dejan huella 


Aneesa Ahmed, una activista de las islas Maldivas, logró demostrar que las mujeres eran tan capaces como los hombres de navegar en el mar; la prohibición quedó archivada.


Zin Mar Aung pagó 11 años de arresto por haber reclamado su derecho al voto, en Birmania.


Hanna Elhebshi, con tan solo 27 años, lideró la revolución en Libia e impidió que decenas de mujeres fueran abusadas por los hombres de Gadafi.


Hawa Mohammed logró huir de su campamento de refugiados en Sudán y hoy apoya a los niños y mujeres de la aldea.


Maryam Durani resultó herida en un atentado en Afganistán, pero eso la impulsó para defender los derechos de su comunidad en Kandahar a través de una emisora que ella misma montó.


Y la parlamentaria Pavey Safak, de Turquía, después de sufrir en un accidente la amputación de un brazo y una pierna, es la voz de los discapacitados de su país.


 JINETH BEDOYA LIMA Subeditora de Justicia

No hay comentarios:

Publicar un comentario